Mi pasado es un espejo en algún lugar, un vidrio roto, que aparentemente se va reparando, pedazo por pedazo, pieza por pieza. Un vidrio fino, pero fuerte, transparente, pero a la vez débil, tan débil que su perfección podría romperse en cualquier instante.
Me alegra poder pensar, que todo se asimila a un lago calmado. A un vidrio, limpio y pulcramente transparente… esperando a ser roto, claro.

Esa es la parte que no quiero que llegue. Resquebrajarme en añicos, otra vez no. Y ver en los reflejos rotos, reminiscencias del pasado. Que corrompen fuertemente el alma por dentro.
“El tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos”
Henri Frédéric Amiel, filósofo suizo.

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