Otoño

La tarde era fresca, las hojas del otoño caían de los arboles planeando hasta llegar al suelo. El cielo estaba nublado, gris, tapizado de nubes, pero estaba bajando el sol, y los rayos de luz traspasaban las nubes increíblemente, e hicieron que todo el cielo se pusiera anaranjado y salpicado en rosa. Parecía una obra de arte extraída de un bello atardecer. Era un atardecer sin sol, con nubes, pero aun así, era hermoso. El tinte colorido del cielo, se reflejaba en el suelo. Era un momento preciso, muy preciso y único también. Yo reía, sonreía, sentía dentro mío, que vivía, no que solo existía, que también vivía. Que cada simple segundo de ese día, pude no solamente existir y ocupar espacio en la tierra, sino que también, viví. Y lo sentí, mas cuando me abstuve a su presencia y con frio, lo abrasé. Un momento suspendido en el tiempo, lo suficientemente agradable, para olvidarme de todo el resto, de todo, y vivir.

Y ya es abril.

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